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Se denomina cáncer de próstata al que se desarrolla en uno de los órganos glandulares del sistema reproductor masculino llamado próstata. El cáncer se produce cuando algunas células prostáticas mutan y comienzan a multiplicarse descontroladamente. Estas también podrían propagarse desde la próstata a otras partes del cuerpo, especialmente los huesos y los ganglios linfáticos originando una metástasis. Esta afección puede causar dolor, micción dificultosa, disfunción eréctil, entre otros síntomas.
La enfermedad se desarrolla más frecuentemente en individuos mayores de 50 años. Es el segundo tipo de cáncer más común en hombres. Sin embargo, muchos hombres que desarrollan cáncer de próstata nunca tienen síntomas, ni son sometidos a terapia. Diversos factores, incluyendo la genética y la dieta, han sido implicados en su desarrollo, pero hasta la fecha (2005), las modalidades de prevención primaria conocidas son insuficientes para eliminar el riesgo de contraer la enfermedad.
Se han identificado 269 variantes genéticas de riesgo,[2] asociadas generalmente por igual con el riesgo de enfermedad agresiva y enfermedad no agresiva (no diferencia el riesgo de cáncer de próstata agresivo vs. no agresivo). Se han encontrado alteraciones o mutaciones en los genes AR, MYC, PTEN y BRCA2. El gen receptor de andrógenos (AR) esta asociado con la insensibilidad a los andrógenos. MYC es un proto-oncogen y codifica una fosfoproteína nuclear que desempeña un papel en la progresión del ciclo celular, la apoptosis y la transformación celular. PTEN es un supresor tumoral multifuncional que se pierde con frecuencia cuando hay la presencia de cáncer. BRCA2 se lo ha relacionado con la susceptibilidad a desarrollar distintos tipos de cáncer entre ello el de próstata.[3][4]
El cáncer de próstata puede originarse en células luminales o células de origen neuroendocrino. El 95 % de los cánceres se originan de células secretoras luminales, mientras que solo el 1-5 % tienen un origen neuroendocrino. Las células luminales se caracterizan por expresar receptores de andrógenos mientras que las células basales tienen niveles muy bajos o no expresan andrógenos.[5]
La detección se lleva a cabo principalmente por la prueba en sangre del antígeno prostático específico, llamado PSA (acrónimo inglés de prostate-specific antigen) o por exploración física de la glándula prostática (tacto rectal). Los resultados sospechosos típicamente dan lugar a la posterior extracción de una muestra tisular de la próstata (biopsia), que es examinada en microscopio.
El tratamiento puede incluir cirugía, radioterapia, quimioterapia, o bien una combinación de todas. La edad y el estado de salud general del afectado, tanto como el alcance de la diseminación, la apariencia de los tejidos examinados al microscopio y la respuesta del cáncer al tratamiento inicial, son vitales en la determinación del resultado terapéutico.